lunes, 8 de julio de 2013

Ahora podré abrir una nueva era...

He estado años repitiéndome la misma pregunta, ¿por qué no podías quererme como yo te quería? Y después de mucho tiempo, he encontrado una respuesta que me ha dejado atónita y ha calado en mí: porque no era el momento, ni la persona adecuada.
Han tenido que pasar cuatro años desde la primera vez que nos besamos para que me diera cuenta de que tú no eres el hombre de mi vida, para que entendiera de una vez por todas que la historia, la que yo creí “nuestra historia rota” o “nuestro juego”, tiene dos versiones, algunas partes serán más o menos acertadas, y obviamente, ha pasado demasiado tiempo como para que los detalles sean firmes y presenten una verdad universal. Sin embargo, una cosa me ha quedado clara después de todo… y es que, yo pinté una historia paralela. Te idealicé, te convertí en el hombre más deseable y maravilloso del mundo, a la par que me hice ver que solo eras un niño que jugaba conmigo como si fuera un muñeco roto.
Siempre quise que hubiera una secuela de nuestra peculiar historia de desamor, y así lo he reafirmado mil veces en cada uno de mis escritos. Pero una vez más, expectativas y realidad no fueron acompasadas. ¡Y POR FIN! Al menos tres años más tarde de la primera vez que sentí que me faltaba el aire al mirarte, puedo decir con seguridad que he cerrado el libro en el que empecé a escribir lo que quise que fuera “la comedia romántica más bella del mundo”.
Para poder afirmar esto y que esa gran exclamación en letras mayúsculas cobre veracidad, primero tendré que confesar lo que sentí al tenerte tan cerca como para poder rozarte, como para poder convertirte en mío una vez más:

“Podría mirarte hasta que hacerlo perdiera todo su sentido, hasta que mis huesos y el resto de mi cuerpo se hiciera pequeño a tu lado, hasta que el tiempo cobrara fuerza y convirtiera tu rubio pelo en blancas canas y tus ojos azules o verdes perdieran su vida y nosotros con ella.”

“No hay nada parecido al roce de tu piel, la sensación de tenerte cerca, de poder mirarte sin miedo a que no me mires. No hay nada que haga latir más rápido a mi corazón que tu respiración audible cerca de mi pelo, de mis brazos, de mi hombro. No habrá jamás nada que me haga estremecerme tanto como tu presencia a menos de dos pulgadas, como tus latidos cerca de los míos. Piel con piel, en silencio, para no hacer ruido, para que nadie sepa lo que otorgamos, lo que musitamos dentro; para que nadie imagine que al lado, a unos centímetros, hay una chica enamorada haciendo caricias a su amado. Porque, aunque él no lo sepa ni lo deba saber jamás, el corazón de ella le pertenece, es todo suyo y puede, como ha hecho siempre, hacer con él lo que quiera. Ella, aún conmocionada, suplica al cielo que esta vez no lo destruya, que se lo pida, y ella se lo entregará de buen grado, PARA SIEMPRE.”

“Ojala pudiera haber vuelto a besar tus labios, un segundo, solo un segundo, y hacer con ese tiempo tus labios míos. No necesito más porque para mí será un segundo eterno, un segundo que me permita saber lo que es volver a estar contigo.”

“No puedo parar de pensar en ti, en tu pelo deslizándose suavemente entre mis dedos, en tus inmensos ojos deslumbrándome y haciéndome presa, en la yema de tus dedos acariciando mis espalda hasta hacerme estremecer.”

Sí, es verdad, al principio la perspectiva de cómo debía continuar la secuela tomaba forma como yo esperaba que pasara: yo admirándote como siempre desee volver a hacerlo, enjugando mis ganas de quererte en tímidos gestos… Pero eso fue lo último que tuvo sentido con respecto a lo que hubiera pasado hace tres años.
Al llegar a casa no salté de alegría, ni lloré de emoción al recordar tus caricias, no me quedé sentada en el borde de la cama esperando a caer y darme cuenta de que había sido un sueño.
En ese momento tenía los ojos nublados por el ayer, la melancolía de tu olor en mi ropa, de tus besos en mi espalda y el recuerdo de tu cuerpo desnudo en mi cama, y no pude darme cuenta de que todas esas cosas que no había hecho, marcaban la gran diferencia entre el pasado y el presente, entre las expectativas y la realidad.
Si bien ardía de deseo en cuerpo y alma por besar tus labios, al hacerlo, no sentí nada. Esa llamarada de emociones que esperaba que tomaran efecto en mi corazón bombeándolo hasta casi salirse de mi pecho, esa sensación de no poder respirar cerca de ti y de no sentirme viva lejos, la firme creencia de estar movida por los hilos de tu deseo, de caminar sobre tus pisadas, de no poder imaginar un rostro que no fuera el tuyo… Todo aquello que imaginaba sentir, que esperaba sentir… no estaba. Llegué incluso a preguntarme quién se lo había llevado, si algo o alguien me había causado tanto dolor como para no poder quererte.
Y tú, al fin cumpliste con uno de mis deseos: me llamaste y me hiciste salir diciéndome que teníamos que hablar, esta vez sí fue de tus sentimientos. Yo salí con calor en el cuerpo y el corazón helado y sí, nos reímos y nos abrazamos aunque mis lágrimas no hicieron acto de presencia. Finalmente, cumpliendo otra parte del relato: llegué a casa triunfante. Pero no fue con un ramo de peonías entre las manos, ni con el corazón ardiente de amor, sino con la extraña sensación de armonía de saber que todo había terminado, que por una vez el desfase entre “lo que quería que pasara” y “lo que pasó en realidad” no me perjudicaba.

Por fin pude terminar el guión de la película, quizás no sea la más taquillera, ni gane el Óscar al mejor reparto o un premio al mejor decorado, pero si fue la más vista durante años por mí. Y ahora que está terminada y que no necesito ningún extra más, ni preciso de un powerpoint con tus explicaciones, ahora que tu camerino ha sido sellado por falta de recursos que lo sostenga y que la alfombra roja te ha sido retirada tajantemente, por fin podré guardar esta película en un cajón. Tal vez la vea algún día, pero no será para hacer una segunda parte, sino para recordar por qué tuvo un final alternativo al que ideé en un principio. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario