jueves, 6 de diciembre de 2012

Dos figuras danzantes se encuentran en medio de la nada


Dos figuras danzantes se encuentran en medio de la nada, entendida como el todo de este relato. Sus miradas y sus gestos se topan en medio del salón de baile, como almas que lleva el viento.
Ella danza con su esponjoso vestido negro con falda de tul y escote strapless. Él con su traje de chaqueta azul de bordados dorados, sus pantalones de algodón grises y su camisa de seda blanca.
Parece detenerse el tiempo solo para ellos mientras la música suena con un suave tintineo entre la cítara, el timbal y el órgano.
Él ya la había visto más veces, sin embargo era la primera vez que lo hacía realmente, con toda la intensidad que concierne a esta clase de encuentros. Ella apenas acababa de percatarse de su mirada cuando quedó prendida por sus centelleantes ojos.
Danzaron sin cesar hasta que las tibias nubes dieron paso a un cielo oscuro despejado y la Luna comenzó a asomar por una de las grandes vidrieras de la estancia.
Aunque no ocupaban el centro del salón, en ese momento, se sentían dueños de él y del mundo que les rodeaba.
No musitaban ni pronunciaban palabra, solo se miraban, dejando que todo pasara, que todo avanzara hasta el ocaso.
Como cisne negro ella se sentía al saber que en ese momento no era la amada, la elegida. Pero ella no podía evitarlo, le había conocido apenas hacía unas horas y ya quería saberlo todo de él.
“Nunca imaginé que sería como aquellas chicas de los cuentos que leía de pequeña sentada en el alféizar de la ventana. Nunca pensé que sería yo de aquellas locas, psicóticas románticas que se enamoran de una mirada, de un dulce gesto. Y aquí estoy, tomando la mano a un completo desconocido que va a casarse con una de las mujeres más bellas de la alta nobleza y prácticamente anonadada con su perfecta sonrisa, sus jugosos labios como un pomelo y sus mirada, su… ¡aaaaay! Intensa mirada ”
“¿Por qué me mira así? No entiendo por qué lo hace… llevo meses soñando con tenerla cerca, con mirarla, con poder pronunciar palabra frente a su rostro y que sepa que cada una de las letras que pronuncio son por ella, que ella es dueña de mis pensamientos. Ni si quiera se acuerda de mí… la vi hace meses en aquel jardín y seguro que no es capaz de recordar ni una sola de mis miradas. Apenas podía apartar la vista de su ondeante pelo cuando entró a horcajadas en su caballo de repente en el jardín, y ahora se me hace imposible dejar de mirar sus chispeantes ojos. Pero sigo sin entender el por qué de esa mirada, dubitativa, confusa, alejada de todo… y sobre todo, por qué se centra en mí en vez de en todos los demás.”
“Estoy atontada. Debería dejar de mirarle, centrar mi vista en cualquier otro punto del horizonte, perderme en cualquier otro pensamiento. Sino, caeré en el error de pronunciar con mis gestos lo que con mi voz no puedo, lo que mi mente no quiere decir intentando callar a este corazón que galopa entre salir de aquí corriendo con mis zapatos en la mano, o cogerle, agarrarle, y huir de aquí con él. ¿¡Pero qué digo!? Mejor dicho, ¿¡qué pienso!? Estoy loca, si saliera de aquí con él, si huyera hasta las montañas fronterizas del reino, padre no podría soportarlo y moriría de fiebres. Mejor dejar de cavilar y volver a mostrar esa mirada frívola e insulsa que te enseñaron a crear de pequeña en la corte. Compórtate como una señorita y asume tu papel aquí, acompáñale hasta que ella venga y se lo lleve de tus brazos. Mas mañana seguirás pensando en sus tiernos y dulces ojos…”
“Ojala y este baile no terminara nunca y tuviera la oportunidad de hablar con su padre, de presentarle las disculpas de mi tío, que en cierto momento no quiso asegurar nuestro enlace, y decirle que ahora que anda casi impedido y ya la cabeza no le responde como antaño, quiero rechazar el matrimonio concertado que me ha preparado con Lady Beatrice, y reanudar el convenio que establecieron cuando éramos niños ahora que casi voy a ser rey de la zona de Los verdes prados, pedirle de una vez por todas la mano de la niña que vi una vez esconderse tras el órgano y sonreírme, y que ahora tengo aquí, a menos de medio metro de mis labios.”
Pero en ese momento se interrumpió la música, todos cesaron de bailar, incluso ellos, que absortos en sus pensamientos, se habían asustado con el matiz final de la sinfonía.
Entonces entró Lady Beatrice en la sala, con un complejo vestido azul, voluptuoso, con falda de corte évasè cubierta por pequeñas piedras y trocitos de cristal que le proporcionan destellos brillantes al vestido. Lucía como un auténtico ángel, su pelo moreno hondeaba sobre sus hombros llegando casi a la cintura y su tiara le hacía deslumbrar aún más. Iba vestida como una chica de su rango se merecía, “todo es poco para la futura reina de la zona sur” pensaban todos los allí presentes, salvo ella, Elisabeth, que solo quería derramar millones y amargas lágrimas.

2 comentarios:

  1. Sin palabras es absolutamente genial. Espero ver pronto otra entrada. Te dejo la dirección de mi blog me gustaría que me cuentes tu opinión un saludo.
    http://elcomieenzodetodoconel.blogspot.com.es/

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    1. Muchas gracias por el comentario :) Si te gusta el blog, sígueme! Ahora me paso :)

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