Hielo, parecían grandes zafiros centelleantes observando a
su próxima víctima, yo. Aunque he comprobado que con el tiempo se volvieron
esmeraldas. Los limaste para que parecieran puros y fuera lo único que pudiera
recordar durante el resto de mi vida. Tu cara angelical se posó en mí como
paloma que anuncia la primera venida. Lo que no sabía en ese momento es que
eras el diablo disfrazado de lo que parecía, el chico más inocente del mundo.
No recuerdo cómo fue la primera vez que nos besamos, no
recuerdo la primera vez que me cogiste la mano, no recuerdo... no recuerdo nada
de esas primeras veces a las afueras. Ni si quiera de qué hablábamos, cómo
hacíamos para pasar las horas muertas entre beso y beso, no recuerdo cómo me
dijiste que se acabó la primera vez.
Apenas tengo una imagen nuestra paseando de aquel tiempo.
Pero todo lo que vino después, todo ese "seamos amigos
con..." De eso no he olvidado nada aún. Siempre fuiste mi perdición, dijeses
lo que dijeses, había una parte de mí que te lo perdonaba al instante. Cada
insulto, por cada beso, cada desprecio, por cada abrazo, cada "me eres
indiferente", por cada mirada.
Te convertiste en mi mayor obsesión... en el fruto de cada
uno de mis escritos, en mi fuente de inspiración... ¡Juro que las cosas más
bonitas que he escrito nunca han sido siempre pensando en ti, odiándote como el
primer día!
Me recuerdo contando las horas que pasaba contigo,
coleccionando momentos perdidos, esperando una llamada, un mensaje, un te odio,
un te quiero. Vivía colgada de tus labios, aún más que de tus ojos.
Siempre esperando una señal que aclarara todas mis dudas,
una señal que o no supe ver, o jamás tuvo lugar. Todas aquellas veces que te
pedí una aclaración, todas aquellas veces que me sinceré contigo, que me
expuse... Nunca supimos conocernos y lo sabíamos todo del otro.
Intenté escribir contigo la comedia romántica más bella del
mundo, pero cada parte era una tragedia mayor que la anterior y el final de escena
terminaba derrumbando el decorado de la siguiente.
Nos saltamos la ley del marco, y puestos a ello, también me
salté la prohibición de enamorarnos. Entre parte y parte, siempre se me
olvidaba que no debía querer besarte.
Reescribía los guiones cada noche, para destrozarlos cada
mañana contigo. Lo peor fue el montaje de la película una vez terminada,
quisiste añadir unos extras al final, pero en ese momento me pareció demasiado
comercial, y con el tiempo, me di cuenta de que era lo que necesitaba para ser
la película más vista.
Pasé mucho tiempo poniendo parches a la película, diferentes
efectos de sonido, intentando encajar las partes, pero nunca quedaba como quería,
así que decidí no terminarla. Y ahí está, guardada aún en el cajón esperando a
ser vista, esperando a que la termines, a que hagas determinadas aclaraciones,
a que me des la entrevista final, un comentario completo de cada parte, una
exposición de todos tus sentimientos con powerpoint incluido.
Sigo pensando que eres el protagonista, aunque te haya
tenido como antagonista o incluso personaje secundario. Creo que cualquier
actor que llegue después tendrá que saber que le será muy difícil clavar el
papel tanto como lo hiciste tú, y que tal vez tenga que compartir camerino
contigo.
Y ahí están de nuevo tus ojos verdes clavándose en mí,
desnudando mi cuerpo, mientras te niego el alma que ya te pertenece. Crecimos
juntos sin darme cuenta de que nunca avanzamos, de que nunca di un paso
contigo, de que fuiste el mayor obstáculo de mi camino.
Te negué más de tres veces antes de que el gallo se
atreviera a abrir su enorme pico, y aún así te esperé hasta el tercer día junto
al árbol prohibido del jardín del edén. Te hice la promesa de no quererte
nunca, aunque jamás lo dije. La rompí tantas veces que el papel donde la escribí
aún sufre de angustia.
Te quise como si fueras Jake Perry, te confundí con él, te
hice en mi memoria el hombre de mis sueños, te convertí en mis pensamientos en
el hombre que deseaba. ¿Aún lo sigo haciendo? ¿Aún sigo esperando encontrarte
en mi puerta con un cuaderno que recoja todo lo que una vez sentiste en cada
momento conmigo? ¿Aún sigo esperando que me vengas a buscar hasta el fin del
mundo? ¿Aún sigo esperando a que llegue el día en que me vaya a montar al avión
y tú, haciéndote el interesado vengas a despedirte de mí?
Y creo que la respuesta a todo eso ya la sabes, la sabes
desde la primera vez que te eché de mi vida, y te lo recalqué antes de echarte
de forma definitiva. Es algo que nunca dije abiertamente, pero que llevo
intentando demostrarte todo este tiempo.
Me dijiste que me parecía a JJ en
aquella película, y sí, idearía el plan perfecto para que regresaras a mi vida
por la puerta que debiste entrar, la de las estrellas de cine.
¿Cuántas veces recalqué que no eras la estrella invitada? Sin
embargo, me gasté el dinero de las demás producciones en extenderte la alfombra
roja para que pasases.
Y al final, lo que empezó siendo “Entrevista con el vampiro”
terminó siendo para mí “La historia interminable”, para ti “Un día inesperado”,
y yo, acabaré como la maldita bipolar de Anna Karenina, mientras te conviertes
en el príncipe Derek de otra historia. El tren ensuciará mi impecable vestido rojo a su paso, y en las vías quedarán marcados todos mis llantos.
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