Cuento los segundos, minutos, horas, días, semanas… desde
que te fuiste mi vida. El tiempo pasa, pero yo estoy ausente porque ya no te
recorro, conociendo poco a poco cada adoquín de tu empedrado. Desde que tuve
que marcharme, sólo sueño con volver a verte. En ningún otro lugar me he
sentido como en casa. Si tuviera que elegir ciudad, serías tú, mi Florencia
amada.
No miento si te digo, que en tus calles recuperé la fe,
recobré la vista si alguna vez la había perdido. No he pasado mejores
vacaciones, que anidada en tu corazón, descubriendo cada catedral, museo, casa,
callejuela, admirando a su diferente gente.
Florencia realmente te atrapa con su magnitud, con su
belleza deslumbrante, con su dulzura. Henry James dijo “Todo sobre Florencia
parece estar coloreado con un tono violeta suave, como el vino diluido” y yo,
añado: No hay mejor lugar para ver atardecer que sobre tu cúpula, ningún sitio
mejor para ver salir el Sol que desde un balcón de tu ciudad.
Florencia, amada mía, cuando vuelva a tenerte entre mis
brazos, prométeme no dejarme ir. Ya soy presa de tu embrujo, de tu arte, del
sonido armonizante que se respira al perderse entre tus avenidas.
Y puede que, como romántica, pinte en tu seno una ciudad de
oro que no eres. Pero sí eres la ciudad del humanismo, de la vuelta atrás, del
progreso, y yo, como en el siglo XV, renací en ti, encontrando paz. Si quiero
volver a encontrarme a mí misma, si quiero volver a ser feliz sin motivo, ya sé
donde está mi lugar.
No hay comentarios:
Publicar un comentario